Orígen humilde de Xochitl Gálvez


Orígen humilde de Xochitl Gálvez
Julio 09, 2023 15:25 hrs.
Biografías ›
Ricardo Herrera Solís › El Informador Analítico

En los años 70 una niña indígena otomí, del poblado de Tepatepec, Hidalgo, recorría calles vendiendo gelatinas para ayudar con gastos del hogar. Los diez mil habitantes de ese pueblo subsistían en un valle de aridez y pobreza rodeado de serranía.

En la escuela primaria del lugar esa niña destacaba en Matemáticas. El sueño de ella era sacar a su madre de la miseria y violencia a manos de un esposo alcohólico.

Para cursar la preparatoria, esa estudiante viajaba a la vecina comunidad de Mixquiahuala, superando el machismo que enclaustraba a las mujeres en el hogar.

Décadas después, el nombre de esa niña soñadora resonó en Europa. En Suiza, el Foro Económico de Davos la puso entre los 100 líderes globales. Fue la primera mexicana en esa lista.

Ella cosechó además el Premio Zazil a la Empresaria del Año y el Premio Sé Líder, de Monterrey. La revista Business Week la incluyó entre 25 líderes latinoamericanos destacados.

Esa mujer es Xóchitl Gálvez Ruiz, empresaria, profesional altruista y aspirante a la presidencia de la República, cargo que ninguna mujer ha ocupado.

El camino hacia la alfombra de premios inició cuando ella ganó premio escolar que la llevó de paseo a Ciudad de México. Ahí durmió en cama cómoda, conoció la ducha y se asombró por tener agua las 24 horas del día.
Visitó Ciudad Universitaria y soñó de nuevo: estudiar ahí y escapar de penurias y estrechez que hicieron morir desangrada a su abuela, tirada en un petate por un mal parto, con unos 30 años de edad y dejando en orfandad a los hijos cuya nueva madre era la mayor de ellos.

De regreso al pueblo otomí, Xóchitl informó al clan familiar que se mudaba a la metrópoli. Contra el monstruo capitalino ella tenía la desventaja de su ignorancia indígena -extendía la mano para pedir parada al Metro- pero la protegía un escudo de determinación, tenacidad y carácter más grandes que la torre latinoamericana.

Ahí vivió en cuarto de servicio, con techo de lámina, en una azotea. Trabajó como telefonista mientras estudiaba. Confiaba en su temple. En su pueblo logró emplearse en el Registro Civil y terminó como Oficial de la oficina.

Se graduó como Ingeniería en computación y se especializó en robótica, ingeniería artificial, edificios inteligentes, sustentabilidad y ahorro de energía. Parte de su formación fue en el extranjero. Pasó de un salario de $2,500 como telefonista a otro de $50,000 como programadora en el Inegi.

Llevó a sus papas a vivir a Ciudad de México -su madre rehusó dejar al marido golpeador- y logró que su padre dejara el alcohol al comprarle un automóvil.

Fundó dos empresas de tecnologías de la información. Estas equiparon con sistemas informáticos al World Trade Center México, la Torre Siglum y la Torre Quadrata. Ante el éxito empresarial, ella volteó hacia los pueblos indígenas para ayudar a los niños. Viajaba hasta caseríos extraviados para llevarles papillas especiales.

Un cazador de talentos la encontró ocupada en sus empresas, etnias y agrupaciones civiles altruistas. Le informó que el recién elegido presidente Vicente Fox la invitaba a ser parte de su gabinete, a cargo de los pueblos indígenas. Ella aceptó. Tuvo roces con el mandatario por su exigencia de más presupuesto para los desfavorecidos, su apoyo al Ejército Zapatista y su rechazo a una ley indígena aprobada por el Congreso de la Unión.

Por diferencias con Felipe Calderón dejó el gobierno al llegar este a la presidencia. Pero reapareció en 2010 para competir por la gubernatura de su natal Hidalgo, la cual estuvo a punto de ganar pese a que comenzó en el sótano de las encuestas.

Durante la campaña electoral, al compararla con su oponente, sus detractores decían que este era todo un gallo. «Si, cabrones», les espetaba Xóchitl, «pero quienes ponen los huevos son las gallinas». Ella no ha cambiado su forma de expresarse.

Posteriormente en Ciudad de México fue jefa de la delegación Miguel Hidalgo y después saltó al Senado. Para lograr esto último pagó una apuesta: vendió su apartamento en Lomas de Chapultepec y donó el monto al Colegio Salesiano, para becas escolares. Ella había prometido terminar sus tres años de gobierno en la delegación, de lo contrario vendería su apartamento. «Mi palabra sí vale», expresó.

Ella no ha militado en partidos, pero fue candidata del PAN, PRD, PT y Convergencia. López Obrador quiso incluirla en su gabinete. Envió el mensaje con su hijo Andrés, acompañada de Claudia Sheinbaum, a los cuales ella recibió en su casa.

Xóchitl apoyó a Sheinbaum en sus aspiraciones. Y cuando estuvo en el gabinete de Fox atendió petición de AMLO de apoyar a comunidades de Tabasco.

Xóchitl es casada con un ingeniero químico dedicado ahora a la música. Tienen dos hijos. Para apoyarla en sus aspiraciones, su cónyuge cambió a un puesto de menor salario para atender a los hijos pues en ese entonces la menor tenía tres años de edad. El marido también ayudó al cuidado de sus suegros hasta que fallecieron.

La historia de esfuerzo y éxito de la aspirante presidencial contrasta con la de su hermana, quien se unió a un mal hombre y está presa desde hace once años, esperando sentencia. Es acusada de participar en un secuestro. Xóchitl la visita cada 15 días y se hizo cargo de sus dos sobrinas, las cuales se graduaron de ingenieras.

«Yo no traigo odio», expresa la aspirante presidencial, de 60 años de edad y quien se mueve en bicicleta. «Lo que ha fregado a este país es la división, el odio y la venganza. Esta nación merece paz».

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