Alebrijes en Cuadratines
Inicio de un nuevo sexenio
Adrián Chavarría Espinosa
En semanas recientes, cuando se ha puesto en duda que al término de su administración Andrés Manuel López Obrador se retire a su rancho en Palenque, Chiapas, para aislarse de la política nacional y dedicarse a escribir libros, se ha recordado el periodo del Maximato, donde Plutarco Elías Calles controló y manipuló a los presidentes Emilio Portes Gil, Pascual Ortiz Rubio y Abelardo L. Rodríguez, hasta que Lázaro Cárdenas se impuso y lo expulsó del país.
Sucede que el martes Claudia Sheinbaum será la nueva titular del Poder Ejecutivo Federal, para ser la primera mujer que llega al cargo después de 65 presidentes varones, pero la duda es cómo actuará, si como quienes tuvieron que soportar a alguien que les impidió poder ejercer libremente el poder o como quien decidió sacudírselo para no aceptar imposiciones.
Porque gran parte de los indicios registrados tras las elecciones del pasado 2 de junio señalan que pese a negarlo, López Obrador seguirá manejando los hilos del poder para que Sheinbaum simplemente sea quien instrumente y aplique sus instrucciones y políticas, tal como lo ha hecho en los últimos seis años.
Sucede que el tabasqueño ha limitado el radio de acciones y decisiones de la exjefa de gobierno capitalino. Entre otras situaciones se pueden citar que con el plan ’C’, se enviaron y aprobaron aceleradamente una serie de iniciativas de ley, incluso de reformas constitucionales, que siendo aprobadas de última hora y de forma desaseada deberán ser aplicadas en la nueva administración, donde la presidenta electa quedó marginada.
Otro indicativo es que gran parte del futuro gabinete presidencial, tanto el legal como el ampliado, está conformado por políticos cercanos al actual mandatario a quien muy seguramente le guardarán más lealtad que a Sheinbaum. De todos esos colaboradores serán muy pocos los que acatarán incondicionalmente a la presidenta.
Un caso sucede con Jesús Ramírez Cuevas, actual vocero presidencial, quien repetiría como coordinador de asesores, con autoridad en específico en el área de los medios de comunicación oficiales, a pesar de no ser un funcionario bien visto entre cercanos a Claudia. En cambio, un aliado de Sheinbaum ha sido Omar García Harfuch, quien nunca fue del agrado del actual inquilino de Palacio Nacional, al grado de bloquearlo como candidato de Morena a la jefatura de gobierno de la Ciudad de México, como lo pretendía Sheinbaum.
Es de esperar que tal como sucedió cuando fue jefe de la policía en el gobierno capitalino, García Harfuch ignore la fallida política de ’abrazos, no balazos’, a fin de enfrentar y reducir los hechos de violencia en el país, en especial en los estados de Sinaloa, Guerrero y Chiapas, donde el crimen organizado es quien se ha impuesto sobre las autoridades locales y la Guardia Nacional ha resultado ineficiente para devolver la paz a la población.
Un indicativo más fue el que Sheinbaum haya acompañado a López Obrador en sus giras de despedida, donde como de costumbre, se inauguraron obras públicas inconclusas, pero donde se vio a la presidenta electa como un objeto decorativo, al cual se le dedicaban alabanzas y reconocimientos, pero sin permitirle expresar sus puntos de vista y limitándose a repetir que continuaría con la administración iniciada en la cuarta transformación,
También Sheinbaum mantendría vigente la política internacional lopezobradorista, hecho evidente cuando al acto protocolario de toma de posesión no se invitó al Rey Felipe VI de España y, en cambio, si se haya consideró a otros mandatarios impresentables como el ruso Vladimir Putin, quien sostiene una desigual guerra contra Ucrania, y a dictadores como el venezolano Nicolás Maduro, el cubano Miguel Díaz-Canel y el nicaragüense Daniel Ortega.
Un hecho más: en contra de lo acostumbrado, cuando el presidente saliente dejaba la residencia oficial de Los Pinos un mes antes del cambio de poderes, para que el entrante hiciera los ajustes pertinentes, ahora López Obrador se quedará en Palacio Nacional hasta el último día, mientras Sheinbaum ’esperará’ para ver cómo se instalará, bajo el argumento de que el contrato de la renta de su departamento vencía hasta diciembre. Lo deseable hubiera sido es que ella buscara un nuevo inmueble dónde despachar, no usar Palacio Nacional.
Va otro caso –no último–: fiel a su costumbre de decir una cosa y hacer otra, tras haber repetido insistentemente en los últimos meses que en cuanto dejara la presidencia López Obrador se retiraría a su rancho en Palenque, ahora rectificó y parafraseo al Papa Juan Pablo II, de que ’se va, pero no se va’; reveló que permanecería un tiempo indeterminado en la Ciudad de México.
¿Para qué se queda?, ¿para supervisar el inicio de la nueva administración federal?, de haber algo que no lo agrade, ¿lo expresará abiertamente. pese a afirmar que ya no generaría comunicación alguna?
En fin, son muchas las incertidumbres de cómo gobernará Sheinbaum. Un indicador será el desarrollo de sus conferencias de prensa mañaneras, para ver si repite el modelo ampliamente conocido o lo cambiará para imprimirle su sello personal.
Ya falta poco para conocer si se registra un neomaximato o si la primera mujer presidenta realmente ejerce el poder y se sacude de todas las rémoras que buscarán subsistir en la nueva administración federal.
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